domingo, 7 de octubre de 2007

Primeros pasos.


Llega el segundo día. Misión: Agenciarse unos móviles y empezar a explorar la zona. ¿Qué se esconde por esas calles que por ahora solo hemos visto de noche? Suena el despertador y ya te encuentras con 11 tíos a tu alrededor sobando en sus crisálidas y la boca algo sequilla. La noche anterior ya habíamos dado la primera vuelta, probado la Guinness y conseguido algo de información. Ahora tocaba contrastarla con la realidad.

Desayuno... incluido en la noche del hostel. Por supuesto no eran unas baked beans con salchicas y unos huevos fritos a lo puramente irlandés; pero bueno, a falta de pan buenas son tortas. Pan de centeno con mantequilla y mermelada, café soluble o té y zumo de pomelo. Todo rodeado de caras de todos los países y colores pero todos con las mismas legañas y facetos de sobado. Se dejaba comer y el zumo de pomelo era mano de santo para solucionar los efectos secundarios matutinos del bourbon.

Empezamos a movernos. ¿Y cómo es la lluviosa y oscura Irlanda a la que nos hemos mudado? Pues de primeras nos encontramos un cielo azul pristino y una temperatura perfecta. Una maravilla comparada con la tormenta infernal madrileña que vino a despedirnos. En fin, mejor no acostumbrarse porque seguro que las cosas se tuercen pronto.

La primera incursión en las calles de Dublín te trae una inminente duda a la cabeza: ¿de dónde ha salido toda esa peña? Las aceras son anchísimas y aún así casi no cabes. Los edificios no pasan de las cuatro plantas, así que... ¿acaso la vivienda aquí se ha puesto tan tensa que la gente ya habita las alcantarillas? Aparte de eso, por supuesto una de las cosas que más te sorprende es que todo el mundo vaya en dirección contraria y se apañen. Las aceras están plagadas de carteles diciéndote hacia donde debes mirar antes de cada semáforo, aunque todo el mundo cruza por donde puede y cuando puede, así que lo de los pasos de cebra es más un adorno. Al final acabas cruzando mirando para todos lados y sobre todo teniendo cuidado con los autobuses de dos plantas que van mangados completando sus colecciones de cromos continentales. Si te parece poco entretenido aún queda sumar los tranvías a la ecuación urbana, esos fantásticos mata-turistas. Pasear por aquí no es aburrido.

Tras un agradable garbeo llegamos a la calle comercial. Echamos un ojo a las tiendas de móviles para comparar operadores y de paso a las tiendas de ropa para comparar precios. Nada muy diferente al elenco madrileño, tienes tus gangas, tus cosas dentro de la media y alguna sajada acechante. Al rato estábamos de vuelta al hostel configurando nuestros nuevos teléfonos y comiendo algo. El centro de Dublín ya es algo conocido y aprueba con honores. Este país tiene mucho que ofrecer.

1 comentario:

Kronos dijo...

Pues si, pues si...Parece que lo váis pasando bien. Lo de "va todo el mundo en dirección contraria...", ¿no seríais vosotros? ; )
Seguid escribiendo, es muy entretenido para esas horas de curro productivas.