
Llega el segundo día. Misión: Agenciarse unos móviles y empezar a explorar la zona. ¿Qué se esconde por esas calles que por ahora solo hemos visto de noche? Suena el despertador y ya te encuentras con 11 tíos a tu alrededor sobando en sus crisálidas y la boca algo sequilla. La noche anterior ya habíamos dado la primera vuelta, probado la Guinness y conseguido algo de información. Ahora tocaba contrastarla con la realidad.
Desayuno... incluido en la noche del hostel. Por supuesto no eran unas baked beans con salchicas y unos huevos fritos a lo puramente irlandés; pero bueno, a falta de pan buenas son tortas. Pan de centeno con mantequilla y mermelada, café soluble o té y zumo de pomelo. Todo rodeado de caras de todos los países y colores pero todos con las mismas legañas y facetos de sobado. Se dejaba comer y el zumo de pomelo era mano de santo para solucionar los efectos secundarios matutinos del bourbon.
Empezamos a movernos. ¿Y cómo es la lluviosa y oscura Irlanda a la que nos hemos mudado? Pues de primeras nos encontramos un cielo azul pristino y una temperatura perfecta. Una maravilla comparada con la tormenta infernal madrileña que vino a despedirnos. En fin, mejor no acostumbrarse porque seguro que las cosas se tuercen pronto.

Tras un agradable garbeo llegamos a la calle comercial. Echamos un ojo a las tiendas de móviles para comparar operadores y de paso a las tiendas de ropa para comparar precios. Nada muy diferente al elenco madrileño, tienes tus gangas, tus cosas dentro de la media y alguna sajada acechante. Al rato estábamos de vuelta al hostel configurando nuestros nuevos teléfonos y comiendo algo. El centro de Dublín ya es algo conocido y aprueba con honores. Este país tiene mucho que ofrecer.
1 comentario:
Pues si, pues si...Parece que lo váis pasando bien. Lo de "va todo el mundo en dirección contraria...", ¿no seríais vosotros? ; )
Seguid escribiendo, es muy entretenido para esas horas de curro productivas.
Publicar un comentario